sábado, 9 de enero de 2010

Experiencia de una voluntaria de la Plataforma, campaña 2008-09

MI EXPERIENCIA CON LA INMIGRACIÓN, MI EXPERIENCIA CON LA VIDA

Cuando en diciembre de 2008 me propuse acercarme al albergue temporero de Puente Génave para ver si necesitaban que se les prestara ayuda, no me podía imaginar que, casi a mediados de marzo, aún estaría pisando su suelo, para ofrecer una ducha a la última persona que, en calidad de inmigrante, agotó la temporada aceitunera en nuestras tierras.
Hacía falta bien poco: voluntad y tiempo
La voluntad, para tratar de acercar un mundo más justo y equitativo al entorno en el que vivo, y el tiempo, que por falta de emplearlo en algo que tuviera más importancia, irremediablemente me empujaba a compartirlo con ellos.
¿Por qué?
Podría decirse que estoy “tocada”, tras haber vivido una experiencia de corte solidario y voluntario el pasado verano en Ecuador.
¿Qué pasa cuando vives una experiencia de este tipo?
Simplemente, compruebas en tus propias carnes que lo que dicen por la tele (que nunca lo repetirán lo bastante, a razón de la importancia que tiene), eso de la pobreza, del hambre, del tercer mundo y demás, es el gran problema del mundo. El gran problema, porque afecta a una gran mayoría. No aparece en los medios porque no vende, y además incomoda.
Pero ahí está. Aquí está.
Comprendí que los pobres no son pobres por ser tontos. Siguen siendo pobres porque no pueden hacer sobresalir sus voces, porque son permanentemente acallados.
Algunos de ellos, en ocasiones gente muy preparada, o gente que tiene más dinero que la media de su país, se suben a una patera a probar suerte en ese mundo donde se vive tan bien. Todos quieren subirse al carro. ¿Tú no lo harías?
El sueño pronto se desvanece, al verse realmente en un entorno ajeno, lejos del cariño de su gente, donde se les excluye por el color de su piel y por ser “ilegales”, van de un sitio a otro buscando trabajo, y en ese camino van perdiendo algo, que si siquiera saben cómo se dice en español: “la dignidad”.
Tiene que ser difícil, la vida, así.
¿Y qué tiene que ver esto conmigo?
Puedo creer firmemente en que yo no tengo la culpa de esta situación. Probablemente no la tenga. En cambio, tengo mucha suerte. Y eso tengo que verlo cada día; soy afortunada.


Pero no por tener. Sino por ser.
La situación política y económica de mi país me permite ser, me permite un futuro. Es esperanzadora, no destructora.
Sin embargo, no puedo olvidar que en la carrera de los países por el desarrollo, los que van por delante es porque probablemente han sido impulsados por los que se quedan atrás. En la conquista por las posiciones ventajosas, la ética no juega ningún papel.
Hace falta com-pasión, entendida como sentir la emoción (positiva o negativa) del otro y más amor, en el mundo.
¿Qué podemos hacer?
Las lamentaciones por las injusticias no sirven de nada. La intención de hacer es algo bueno, pero tampoco tiene un resultado palpable. Lo que hace falta son manos, impulsadas por un corazón que es sensible al dolor ajeno.
Porque su dolor de hoy, puede ser mi dolor de mañana.
Este es el sentido de la solidaridad. Me despojo del velo del prejuicio y veo al otro como lo que es, un “yo” potencial, y aplico la máxima de “hacer a los demás lo que quiero que me hagan a mí”.
¿Qué hacer exactamente?
Sobre todo, estar.
Después, lo que esté en nuestra mano.
Instituciones públicas: garantizar el derecho a toda persona, sea española o extranjera en territorio español, de unos servicios básicos: vivienda, alimentación, salud…
Empresarios y cooperativas: ocuparse de facilitar a sus trabajadores el acceso a una vivienda, porque ejercer el derecho al trabajo sin unas condiciones mínimas de base (vivienda, alimentación, aseo) es una incongruencia, y no conduce más que a una falta de productividad para el empresario y a una situación humillante para el trabajador. Creación de bolsas de trabajo para conocer la demanda real de empleo en cada pueblo.
Iniciativas empresariales: creación de albergues y residencias, de uso temporero y turístico (según la época).
Promoción del empleo: como vigilante de estas residencias o albergues, como mediador intercultural, sindical, como profesor de español.
Ciudadanía: poner a disposición del bien común nuestros valores y habilidades, a través de la fuerza voluntaria: porque hay pocas cosas que satisfagan más que dar al que necesita sin esperar con ello nada a cambio.
- Que me sobran recursos: los proporciono.
- Que sé cocinar: cocino para los que no pueden tomar algo caliente con que templar el cuerpo.
- Que tengo muchos contactos: hablo con unos y otros para resolver problemas.
- Que tengo tiempo: lo dedico a atender las necesidades más prioritarias de mis conciudadanos inmigrantes.
- Que soy joven: dedico mi energía a ayudar y practicar los valores que me enseñan.
- Que soy mayor: aporto mi sabiduría de vida y me siento útil.
El voluntariado une a las personas mediante lazos de afecto, borra prejuicios, enriquece al establecer un intercambio cultural, nos ayuda a asumir una conciencia de ciudadanos globales, porque vemos en esencia que los problemas del otro, el que viene de sitios que ni sabemos ubicar en la bola terrestre, son problemas muy cercanos, problemas que todos queremos tener solucionados, para poder optar a la esperanza universal, la de tener una vida digna y ser felices.
Y si pensamos bien, nos organizamos y trabajamos coordinados, todos, desde lo público, lo empresarial y lo individual, estaremos más cerca de vivir en el mundo que deseamos.
Gracias a todas las personas que han colaborado con alimentos y otros enseres.

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